En el siglo XIX se desarrolló el estudio de la geografía comercial, en el cual se estudiaba cómo, dónde y por qué se ubicaba y destinaba la materia prima y los recursos naturales en determinados lugares para facilitar su movilización y comercialización para así mejorar el sistema de comercio de los imperios nacientes.
Por ejemplo, los viajes de David Livingstone fueron subvencionados por la Real Sociedad Geográfica británica, con sede en Londres.
El objetivo de estas sociedades y de la mayoría de los exploradores era, no solo descubrir ‘nuevos’ lugares, sino también nuevas fuentes de materias primas que beneficiarían el rápido crecimiento de las industrias europeas.