El nacionalismo se robusteció a raíz de las revoluciones liberales burguesas.
En lugar de los vínculos personales en que sustentaba la lealtad al señor feudal o la sumisión al monarca absoluto, se abrió camino un nuevo tipo de relación: la del ciudadano libre dentro del marco del Estado-nación, formado por una unidad compuesta de elementos comunes como la lengua, la cultura y la historia.
Los límites del territorio albergaban un Estado constituido por una colectividad claramente diferenciada de otras.